Hacia la 4a dimensión
Históricamente, la interdependencia hombre-naturaleza fue la que generó la necesidad de crear un ambiente artificial distinto del ambiente natural con el fín de proporcionar al ser humano de un espacio propicio para fomentar sus actividades.



Este mundo artificial, creado, vendría a ocupar diferentes escalas, hasta la de los asentamientos o ciudades, agrupaciones de entidades sedentarias estableciendo un orden distinto del natural, caótico, para llevar a bien sus actividades.

El hombre, llamado arquitecto cuando se trata de un especialista, crea el mundo humano, artificial. De su imaginario puro surge un espacio sensible.

Rem Koolhaas, Delirio en Nueva York: “[...] una interpretación que pretende reconocer Manhattan como el producto de una teoría no formulada, el manhattanismo, cuyo programa
(existir en un mundo inventado por el hombre, es decir, vivir dentro de la fantasía)
era tan ambicioso que, para hacerse realidad, nunca podía anunciarse abiertamente”.

Hoy en día, se podría decir en nuestras sociedades que ya hemos logrado dominar el mundo natural, explotándolo por completo, y seguimos creando el nuestro sin cesar.
Un mundo que podemos tocar, ver, oler, acotar, y observar como el tiempo lo desgasta, mejora, cambia. Un mundo de tres dimensiones y de todos los sentidos que vivimos y ocupamos.

El nuevo concepto de “Mundo Digital” hace referencia a la palabra “Mundo”, término espacial. Un espacio en el cual se dedica más y más tiempo y energía por parte de sus ocupantes, los usuarios de la red. Este mundo no huele, no se toca, no se puede acotar y definir en sus límites. Un mundo estéril, asensorial, adimensional. La nueva “fantasía” de la cual hablaba Koolhaas.

Por otra parte, las mutaciones sociales: el hombre siendo un animal social, la arquitectura siempre se ha definido como instrumento social.
En la red, las interacciones entre individuos así como su definición misma se transforman. Se puede hablar con varias personas de contextos y lugares reales distintos simultáneamente, con desconocidos de manera coloquial, con máquinas de respuestas programadas. Aparece una nueva definición del individuo, su “perfil”, en contínua exposición (filtrada) de su privacidad. Tal y como lo describe el filósofo coreano Byung-Chul Han en su obra En el Enjambre, la noción de distancia o respeto entre seres desaparece. El “Homo Digitalis” es a la vez una parte ínfima, anónima, de un enjambre de perfiles públicos y un ser que más que nunca reivindica su identidad y unicidad al compartir su intimidad con el resto del mundo: un “Alguien Anónimo”.

En este punto, se ha podido destacar dos consecuencias tremendas del mundo digital: una espacial, dimensional, y otra social.
Resumiendo, se puede decir del mundo digital que genera una dimensión estéril, un mundo sin espacio perceptible por los sentidos, donde el hombre traslada lo que lo define, a saber su actividad social. Este mundo se desvincula del espacio artificial creado históricamente por el hombre: sumergido en la red, se pierde toda noción del tiempo y del espacio que nos rodea (el ejemplo de los PC-Bang coreanos, salas de ordenadores principalmente para videojuegos donde individuos reunidos en sótanos de edificios se transportan a otra fantasía durante horas, noches y días enteros) .
En la película Matrix (Lana&Lilly Wachowski, 1999), los hombres viven en 2 dimensiones confundidas: el mundo real, o espacio perceptible por los sentidos es un mundo negro y dominando por las máquinas, dónde los hombres están en un estado de hibernación conectados a una red central. En un mundo virtual y programado, todos se encuentran y llevan a cabo su vida normal .
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Pregunta: ¿El valor tradicional atribuido al espacio físico creado por el hombre podría tender a desaparecer, invadido por el ultra-desarollo del mundo digital, nuevo lugar de interacciones sociales?
La crisis actual de la profesión de arquitecto, junta con la creciente aparición de trabajos y escuelas de formación relacionados con el mundo digital confirman el desarrollo de la “4a dimensión”; la figura del arquitecto puede parecer anacrónica. En paralelo, los cyber-trabajadores y el mundo digital en sí desarraigan el hombre de su lugar de “pertenencia”, vuelven absurdo el asentamiento; aparece la figura del Digital Nomad, que con una conexión eléctrica y a la red es capáz de operar.
Visto bajo esta perspectiva, el mundo digital no quita papel al mundo construido por el hombre, en el cual actuamos como arquitectos sino todo lo contrario: abre un nuevo campo de exploración y de reflexión sobre la ciudad, las maneras de vivir, de interactuar, trabajar y los espacios físicos resultantes (desarollo de las Smart Cities a nivel urbano, aparición de la Smart Home por Samsung).
La creciente absorción del ser humano dentro de una nueva dimensión, la del mundo digital, es por lo tanto un hecho que puede llegar en ciertos casos a otorgar relevancia al entorno físico. Sin embargo, las mutaciones sociales operadas sobre los grupos de hombres como sobre cada individuo dejan pensar que puede existir una relación ambigua entre el mundo virtual y el mundo físico, un punto en el que las dos dimensiones se mezclan, rejuveneciendo nuestra profesión y abriendo todo un nuevo campo de estudio interesantísimo.